Con grandes interpretaciones de Anna Pirozzi y Annalisa Stroppa, más la batuta experta y sensible de Renato Palumbo, la ópera de Bellini cierra la temporada del Teatro Colón
Por MARGARITA POLLINI
Buenos Aires, 2 de diciembre del 2018 – A cien años de su primera representación en el Teatro Colón, y en (inesperada) coincidencia con el 95 aniversario del nacimiento de quien fue una de las grandes protagonistas de este título en el edificio de la calle Libertad, Maria Callas, tuvo hoy su estreno en esa sala una nueva producción de Norma de Vincenzo Bellini, como clausura de la temporada lírica 2018. Con no pocas modificaciones a lo anunciado originalmente -incluyendo cambios en la dirección de escena, el elenco y fundamentalmente las fechas, a raíz de la función ofrecida en agasajo a los asistentes al G20-, la presente versión tiene como puntales a las figuras femeninas de su elenco y a la batuta de Renato Palumbo.
Mario Pontiggia, experimentado director de escena argentino residente en Canarias, es el autor de una puesta en escena que encantará a los amantes de la tradición, sin sorpresas ni sobresaltos, bella en su aspecto visual -con magnífico vestuario de Aníbal Lápiz, decorados de Enrique Dartiguepeyrou y Claudia Bottazzini e iluminación de Rubén Conde-, aunque bastante esquemática en sus desplazamientos y marcación actoral.
Por más que resulte redundante decirlo, no hay Norma que valga la pena sin una gran protagonista. En una performance descomunal, Anna Pirozzi se suma a la increíble lista de sopranos que han protagonizado en ese mismo escenario este título de Bellini, y que incluye, además del de Callas, nombres como los de Rosa Raisa, Claudia Muzio, Gina Cigna, Zinka Milanov, Leyla Gencer, Joan Sutherland, June Anderson o Adelaida Negri. Pirozzi maneja su maravilloso instrumento, de una suntuosidad extraordinaria, sin desbocarse nunca, con total dominio técnico, agilidad, línea, inteligencia musical y dramática, sutileza y estilo.
No se queda detrás la Adalgisa de la bresciana Annalisa Stroppa -recordada por su Cherubino de I due Figaro de Mercadante, hace algunos años-, perfecta en su vocalidad, actoralmente comprometida y magnífica en su acople con Pirozzi en los hermosos dúos que Bellini les reservó. Menos feliz resultó la actuación como Pollione del mexicano Héctor Sandoval, con una voz de volumen modesto y falta de squillo, y con recursos dramáticos elementales. Impecable fue el desempeño de los tres cantantes argentinos que completaron el elenco: Fernando Radó como Oroveso, Guadalupe Barrientos como Clotilde y Santiago Bürgi como Flavio.
Con algunos desfases (seguramente debidos a la inusual semana que transcurrió entre el ensayo general y el estreno), el Coro Estable, a las órdenes de Miguel Martínez, cumplió con una labor soberbia, y respondió con ductilidad a las marcaciones dinámicas del excelente Renato Palumbo, quien regresó al podio a seis años de su tarea en La forza del destino, y quien logró imprimir un aire renovado a la partitura, para lo cual también contó con el apoyo de una Orquesta Estable en un muy buen nivel. La función de Abono Vespertino, primera de las cuatro a las que finalmente quedó ceñida la producción, fue dedicada por el Colón a dos trabajadores de la Orquesta recientemente fallecidos: el legendario fagotista Pedro Chiambaretta y el copista Claudio Ramos, todavía en ejercicio.
Fotos: Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli / Gentileza Prensa Teatro Colón